Crónicas de un periodista… Bitácora de la fundación de El Fuerte de Montesclaros

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Por: Agustín Torres Sotomayor

Ese lunes 22 de diciembre del año de gracia de 1563, las intensas nevadas se abatían sobre la sierra de Durango. El Gobernador de la Nueva Vizcaya, Capitán Francisco de Ibarra había arribado meses antes para fundar esa ciudad, el crudo invierno lo había obligado a retrasar su expedición rumbo al noroeste. 

Previo a las fiestas de fin de año, venció a la tribu indígena que resguardaba Topia, que era un famoso mineral cuyo signo distintivo era una enorme higuera en cuyo grueso tronco se tenía fijado un anuncio en lengua de Castilla sobre un viejo madero: “Este pueblo es de Don Diego de Guevara”, e conquistador don Nuño de Guzmán se lo había entregado en encomienda a su capitán español.

Los primeros días de enero de 1564 justo cuando las nevadas dejaron de azotar la sierra, el Capitán Francisco de Ibarra emplazó a su ejército que estaba compuesto por más de ochenta soldados junto con sus bastimentos de guerra: herrajes, pólvora, cañones y otros pertrechos, y cruzó la agreste sierra madre occidental. Fue un viaje muy accidentado, según narra en su crónica don Baltazar de Obregón, vasallo, caballero e hidalgo al servicio de la corona, a su Sacra, Cesárea y católica Majestad el Rey Felipe II de España.

Aquel ejército español llegó cansado hacia mediados de febrero, a casi un mes de expedición, a un pueblo indígena llamado Mataoen, situado en las inmediaciones de la sierra, en la rivera del rio Omaya (Humaya), a dos leguas de San Miguel de Culiacán. 

En ese lugar acampó el ejército, fue don Pedro de Tovar, alcalde mayor de la villa de San Miguel de Culiacán y antiguo Alférez de don Francisco Vázquez de Coronado, quien lo recibió y al mismo tiempo le pidió que sus hombres no entraran a la villa para que los soldados no causaran daño a la población.

Francisco de Ibarra fue hospedado en casa de don Pedro en la villa de San Miguel de Culiacán. Mientras discurría la cena, los oficiales españoles celebraban un Consejo de Guerra por el capellán el fraile franciscano Fray Pablo de Acevedo, el maestre de campo Antonio Sotelo de Betanzos y el propio Pedro de Tovar, aconsejaron al joven gobernador de la Nueva Vizcaya conquistar y poblar las ricas provincias de Cinaro y Chiametla.

“Cinaro, es una rica región ubicada en el valle del rio Zuaque, hacia el noroeste”, le dijeron.

Aquel joven nacido en Eibar, Guipuzcoa, en el país vasco, fundador de El Fuerte de Montesclaros, Sinaloa, partió con su ejército rumbo al Petatlán. En su camino llegó a la provincia de Sebastián de Évora (Guamúchil), donde fue recibido amablemente por esa nación indígena, ahí mismo pidió tres naturales para que a lomo de caballo fueran al Petatlán a avisar de su llegada con un mensaje de ofrecimiento de paz.

Ese extenso valle estaba habitado por la tribu de los Guasaves, Tamazulas, los Níos, entre otros, la lengua que se hablaba desde el rio Mocorito hasta el valle del Yaqui era la lengua Cahita.

Cuando el batallón comandado por el capitán Francisco de Ibarra llegó al Petatlán, cerca de seiscientos comarcanos salieron a darle la bienvenida a los españoles. El joven Capitán se mostró asombrado ante aquella muchedumbre que se había prevenido con apercibimientos de guerra: arcos, flechas, macanas, lanzuelas de leña de palo brasil adornadas con rica y vistosa plumería, conchas, guirnaldas y caracoles.

Los Guasaves vivían de la caza y la agricultura, cultivaban maíz, calabaza, algodón y frijol. Desde entonces Guasave era ya ‘el Corazón Agrícola de México’, como atinadamente bautizó a ese municipio don Roque Chávez castro.

Era el mes de mayo del año de gracia de1564, don Baltazar de Obregón relata que los Guasaves eran muy pobres, andaban desnudos con solo un pañete en la cintura, las mujeres andaban con faldellines de cuero curtido de venado.

Con la ayuda de un intérprete, don Francisco de Ibarra llamo a los naturales al orden, a la obediencia al Rey de España, su Majestad Felipe II, al respeto a la Santa Iglesia Católica y a las autoridades del Virreinato representadas por el Virrey don Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón, quien ya había sido también Virrey de Navarra en España.

Mientras que el Capellán del ejército, el fraile franciscano Pablo de Acevedo les predicó el evangelio del hijo de Dios y la doctrina de la iglesia católica. A los cinco días de acampar entre los Guasaves, murió el traductor de los españoles. A don Francisco de Ibarra le informaron los naturales que a 14 leguas de camino estaba en Ocoroni, una mujer indígena, Luisa ‘la caciqua’ que sabía ‘el mexicano’ y que entendía muchas lenguas. A caballo desde el Petatlán hasta Ocoroni, se requerían dos jornadas de camino de seis leguas cada uno.

Cuando el Capitán español pidió cinco hombres de esa nación indígena para que los acompañara como guías, fue informado que los Ocoroni eran los enemigos más sanguinarios que tenían los Guasaves.

Cuando les argumento que el ejército español tenía suficientes arcabuces que eran muy superiores a los arcos y las flechas, decidieron acompañarlos. Con doscientos fieros guerreros de los Guasaves armados hasta los dientes con arcos y flechas y casi cien soldados españoles, Francisco de Ibarra partió hacia Ocoroni.

Ocoroni estaba situado en la rivera del arroyo del mismo nombre, con un cerro detrás y un monte cercado que les servía como fortaleza. Quinientos ocoronis armados esperaban ya a Francisco de Ibarra y al singular ejército formado por Guasaves y españoles.

Frente a ellos estaba Luisa, ‘la caciqua’, llamada así porque era la mujer del cacique. Luisa había servido antes en la expedición de don Francisco Vázquez de Coronado, ahí Francisco de Ibarra le regaló vestidos y vistosos collares con cuentas de vidrio. 

Con la ayuda de Luisa ‘caciqua’, el Capitán español conminó a los ocoronis al orden y a la concordia. Así lo consignó el historiador Baltazar de Obregón. Los conminó que unos y otros fuesen amigos y que no hiciesen robos, matanzas y mala voluntad, so pena que les pondría duros castigos a los contraventores de la orden y al uso de nuestra Santa fe católica. Que pararan los daños que ocasionaban a sus enemigos los del Petatlán, ‘ciguinis’ (San Blas), ‘tepuzcos o teguzcos’ (Tehueco) y ‘cinaro’ (El Fuerte).

En un gesto de buena voluntad y para apaciguar a los ocoronis, don Francisco de Ibarra acampó unos días entre la tribu y después reanudó su marcha rumbo al rio Zuaque, cruzó la serranía hasta llegar a ‘ciguini’, que era un pueblo indígena aposentado en las inmediaciones del cerro El Sufragio, muy cerca de lo que hoy es San Blas.  El pueblo estaba rodeado de gruesos maderos que le servían de fortaleza y cada cierta distancia había centinelas armados con arcos y flechas.

Hay una foto que tomo Ira Kneeland, fotógrafo de la colonia socialista de Topolobampo que data del año de 1900, la fotografía era propiedad de la señora Rosaura Vega viuda de Tays, viuda del ingeniero neoyorquino Eugene Tays quien fue quien diseño el primer canal de riego, ‘el tastes’ y fue quien diseño el ramal de vías y la ruta del ferrocarril Topolobampo-Kansas (Chihuahua-Pacifico). La señora Rosaura Vega de Tays es madre de la señora Linda Tays, orgullosamente nacida en San Blas, quien es tía del ingeniero Julián Vega Ruiz, exalcalde de El Fuerte.

El Capitán Francisco de Ibarra continuó su expedición por la rivera de la margen izquierda del rio Fuerte, precisamente lo que aun conocemos como el camino real hasta llegar cerca de tepuzco o teguzco (Tehueco), que era la nación más grande y poblada del valle de Cinaro, envió a tres emisarios a avisar de su llegada, pero los teguecos que eran guerreros temidos y tenían fama de altivos y orgullosos, desdeñaron al conquistador español.

Cuando paso con sus cien soldados, el joven Francisco de Ibarra alcanzó a verlos en pequeñas isletas en la rivera del rio Zuaque, acomodados en cuatro escuadrones dispuestos a responder cualquier ataque, eran más de mil hombres armados con arcos y flechas, vestidos con sus utensilios de guerra.

El conquistador paso de largo rumbo a Cinaro donde fue recibido con cortesía por seiscientos naturales, algunos le entregaron trofeos de caza como regalo: venados, jabalíes y codornices. Ahí mismo Luisa ‘la caciqua’, Fray Pablo de Acevedo y don Diego de Soberanes, hablaron sobre la misericordia de Dios a aquellos cuyo único Dios era el sol. 

Francisco de Ibarra se establece en el valle de Cinaloa un sábado 24 de junio del año de gracia de 1564, en la rivera del rio Zuaque funda la villa de San Juan Bautista de Carapoa, hoy El Fuerte de Montesclaros como se llamaría después en honor al Virrey de la Nueva España, don Juan de Mendoza y Luna, Márquez de Montesclaros gracias al Capitán Diego Martínez de Hurdaide. En la próxima entrega contaré como en Mochicahui, quisieron asesinar al fundador de El Fuerte, todo sucedió en el año de gracia de 1567.

Algunos historiadores ubican la primera fundación de El Fuerte en el poblado El Altillo, orgullosa tierra de nuestra amiga la ex regidora Juanita Vega.

Convocatoria.

El alcalde electo Gildardo Leyva lanzó en sus redes sociales una convocatoria para invitar a cientos de profesionistas hombres y mujeres de El Fuerte, a participar en la elección de las direcciones municipales del ISMUJER, Desarrollo Económico y Turismo, invitación que, por primera vez en la historia política de ese municipio, un Presidente Municipal convoca a la participación plural para acceder a un puesto dentro del Ayuntamiento de El Fuerte.

El alcalde también invito al reconocido profesor Ernesto Parra, como asesor en materia Cultural de su administración municipal. El profe Parra es miembro distinguido del Seminario de Cultura Mexicana Corresponsalía El Fuerte junto con mi queridísima amiga la profesora, María Luisa Cota.

Luto.

En 1988, Gilberto Limón participó en el proceso interno del PRI por la Presidencia Municipal de El Fuerte, donde contendieron Humberto Galaviz, Felipe González Villaburo y el Ing. Modesto Bernal, que era tío de la esposa de Gilberto, la señora Aurelia Soto Cota.

La contienda interna finalmente la gano González Villaburo.

Yo simpatizaba con el ingeniero Bernal, ahí conocí a Gilberto Limón e iniciamos una gran amistad. En el periodo del alcalde de Ahome, Policarpo Infante Fierro, fue director de Servicios Públicos, yo estuve como vocero de Presidencia a invitación del alcalde.

Reafirmamos nuestra amistad como compañeros de trabajo, hasta el lunes pasado me enteré que hace un año falleció junto con su esposa por Covid-19. Hasta ayer me entere por los noticieros de radio. Que lamentable que encerrados como estamos no hayamos podido despedirlo con el afecto que le tuvimos. Descanse en Paz.

Oído por casualidad.

Mi compañero locutor Luisito Félix, originario de Choix llegó al grupo radiofónico RSN de Los Mochis en sustitución de mi compañero locutor Othoniel Ayala ‘el otito’.

Luisito no solo se quedó con sus horarios y con el popular programa ‘Las Chicoteadas’ que se trasmite a través de la CEXF Radio Mexicana que Otoniel creó, también se adueñó del estilo.

El locutor de Choix comentó a sus amigos que iba por la Presidencia Municipal de Choix, emulando al ex alcalde Alfredo Padilla Fierro.

Se reunió con el director general de RSN e informó de sus pretensiones. Se reunió con Fernando Solís, dirigente del STIRTT e hizo lo mismo. Ambos le dieron su respaldo moral.

Donde no encontró cabida Luisito fue en los partidos políticos del alteño municipio, todos tenían ya candidato, comprendió que ser ‘hijo del pueblo’ no asegura lograr candidaturas. Esperará las próximas pizcas.


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