Crónicas de un periodista… El mensaje del más allá al ex tesorero del municipio de Ahome

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Por: Agustín Torres Sotomayor

Me habían recomendado a Carlos Acosta Rodríguez, un técnico en computación porque mi equipo requería de mantenimiento.

“Es muy bueno”, me dijeron. Creo que era un sábado 08 de abril del 2017 por la tarde, llegó a la casa y de inmediato se puso a desarmar el CPU.

Mis compadres Gerardo Serrato, Gilberto Vizcarra y yo, desde hace muchos años tenemos la costumbre de reunirnos todos los sábados. Mientras Carlos trabajaba con la computadora, nosotros veíamos el clásico de futbol entre Chivas y Atlas.

De pronto me sentí perturbado por la aparición espiritual de una señora que se presentó de pie, justo detrás del técnico, viéndolo fijamente con una gran tristeza en sus ojos.

En este tema sobrenatural, respeto mucho la opinión de cada uno de mis lectoras y lectores amigos todos, pero desde niño he tenido la capacidad de ver más allá de los ojos de una persona normal. No tengo esquizofrenia ni estoy loco. Por eso cito nombres y lugares, porque al compartirles retazos de mi vida, comparto la verdad. 

“¿Puedo decirte algo?”, le dije a Carlos.

“¿Porque tienen tan abandonado a tu padre?”, Carlos me pregunto que si lo conocía.

“No, yo, ni siquiera sé quién es”, respondí.

“¿Entonces porque me dices que lo tenemos abandonado?”, me refirió.

“Porque me lo está diciendo tu mama”, le aseguré.

Cuando le mencioné a su señora madre, Carlos dejó lo que estaba haciendo en la computadora para seguir escuchando.

“Pero mi ama hace tiempo que murió, como te lo puede estar diciendo”, me cuestionó.

“Ya sé que murió, por ella está aquí a un lado tuyo en este momento y me está diciendo que todas las noches ella viene a acompañar a tu papa porque ustedes lo han dejado solo, dice que le da mucha tristeza ver así a tu padre y que se lo va a llevar pronto”.

“Todo lo que me estás diciendo es verdad, pero, ¿cómo puedes tu saber eso?”.

“Porque yo solamente soy un medio que los hermanos espirituales aprovechan para comunicar algo”, respondí.

“No sé si es un don o no sé qué sea. Esta vez ella se me presenta para llamarles la atención a tu hermano y a ti”, afirmé.

“Te pide tu mama que no dejen solo a tu padre, ella dice que cuando llegan a ir a visitarlo, ni siquiera se sientan a platicar con él, nomás llegan y se van tu hermano y tu”, comenté.

Se quedó muy serio.

Cuando Carlos termino de hacer su trabajo, pregunté cuanto iba a ser por el servicio.

“No nada, lo que me dijiste es demasiado así déjalo”, me respondió.

“No, yo te hablé para un trabajo y te lo voy a pagar, la aparición y los mensajes de tu mama, eso no tiene un costo”, fue mi respuesta.

Carlos se fue con los 200 pesos en el bolsillo y con un mar de dudas.

A los tres días me llaman del Ayuntamiento de Ahome para invitarme de parte del tesorero municipal, Jesús Acosta Rodriguez.

“Quiere hablar con usted el tesorero, ¿Podría venir mañana?”, me dijo su secretaria.

Al día siguiente fui al Palacio Municipal de Ahome, a la oficina de Tesorería, el licenciado Acosta Rodriguez ya me estaba esperando. No lo conocía personalmente, era la primera vez que lo veía.

“Me platicó mi hermano Carlos lo que le dijiste, estoy sorprendido, si es cierto, tenemos muy descuidado a mi ‘apá’, cada quien anda en sus actividades y lo hemos descuidado”, confesó el funcionario municipal.

“Licenciado, a él le queda poco tiempo de vida, hagan que se sienta feliz, tu mama me dijo que se lo iba a llevar pronto”, le comenté.

“Gracias por la recomendación”, me dijo. 

Dos semanas después, conocí por obra y gracia de la casualidad a don Jesús Acosta don chuy.  Tenía una barbería muy bien acreditada por la calle Miguel Hidalgo, frente al hotel Santa Anita.

El ex diputado local Fernando Zapien me había invitado a acompañarlo porque necesitaba rasurarse. Ahí volví a ver a la señora que se presentó en mi casa. Estaba a un lado de don ‘chuy’, mientras este delineaba con una navaja la barba en el cuello del cetemista. Fernando era cliente de don chuy. Muchas veces platique con él, era un hombre extraordinario, cálido, amistoso y todo un profesional en su trabajo. Por obvias razones, no le comenté nada de lo que había platicado con sus hijos Carlos y Jesús, el tesorero del Ayuntamiento de Ahome.

Tres meses después me habló el tesorero, que si podía ir a platicar con él. Cuando llegué a su oficina me informó que su padre don chuy había muerto.

“Mi más sentido pésame”, le respondí.

Cuando iba a hablar, un escalofrío me recorrió el cuerpo. Ahí en la oficina de Tesorería estaban presentes de forma espiritual don chuy y su esposa, por fin estaban juntos de nuevo.

“Él tiene algo que decirte, dice que se fue muy feliz porque lo llevaste con tu familia a un lugar muy bonito, que casi tres días y que platicaron mucho tú y él”.

El Tesorero Municipal se sorprendió por la revelación y con los ojos humedecidos dijo que había salido a Guaymas con su esposa y sus hijos, habían llevado a don Chuy.

“Nunca habíamos convivido tanto, platicamos mucho y pude decirle cuanto lo quería”, reveló. 

“¿Cómo supiste lo del viaje?, preguntó.

“Porque él me lo está diciendo en este momento, aquí están los dos”, dije.

El licenciado Jesús Acosta Rodríguez fue nombrado el año pasado como Asesor en Asuntos Financieros del ex alcalde Manuel Chapman, me enteré por el periódico El Debate.

Ya no he vuelto a tener ninguna comunicación con él, desde aquí le envío mis respetos y mi afecto como lo tuve para su señor padre.

El fantasma del rio de Mochicahui.

A la enfermera Aquilina Bojórquez de Mochicahui no le ‘paraba la pata’. Ella fue una de las primeras profesionales de la enfermería en el municipio de El Fuerte junto con doña Elvira Golden. 

‘La quilina’, como la conocemos en Mochicahui fue comadre de mi tío José María ‘chemali’ Cota, también es tío de los internacionales Hermanos Cota de Guasave.

Una familia originaria de San Felipe, municipio El Fuerte que se avecindó en Mochicahui muy querida en todo el municipio donde sobresalían mi tío Ramón, mi tía ‘trini’, la tía Brígida, madre de los Hermanos Cota de Guasave y mi tío ‘chemali’.

‘La quilina’ y mi tío ‘chemali’ juntos eran dinamita. Juntos se iban a las ‘peloteadas’ y a los velorios. Ese viernes 02 de agosto de 1985 agarraron camino rumbo a El Ranchito de Mochicahui, a la otra banda del rio Fuerte.

‘La quilina’ llevaba un varejón para espantar los perros y mi tío ‘chemali’ su tradicional pañuelo para secarse el sudor.

A pie cruzaron el rio, entonces ni había carretera ni había puente y la rivera del rio no estaba cercada por ‘ya saben quién’, (Vicente Picos), el rio era de nosotros los que vivíamos en Mochicahui. 

Mi tío ‘chemali’ y ‘la quilina’ iban a El Ranchito de Mochicahui a visitar una señora amiga de ellos que estaba enferma. Después de platicar hasta por debajo de los codos emprendieron el regreso. Caminaron los cinco kilómetros a pie hasta llegar al rio Fuerte. Ya el reloj marcaba las 07:30 de la noche, ya empezaba a oscurecer, el sol mejor empezó a ocultarse ‘atarantado’ de tanta platica de ambos personajes.

A medio cauce del rio, ‘la quilina’ le dice a mi tío ‘chemali’.

“¿Sabes qué?, atrás de nosotros viene ‘chapaleando’ el agua un señor, sabe quién será”.

Mi tío ‘chemali’ no pudo ocultar su curiosidad y volteo atrás. 

Efectivamente, a quince metros venia un señor intentando cruzar el rio para llegar a Mochicahui. Lo que llamó la atención de mi tío ‘chemali’ es que, a diferencia de ellos, aquel desconocido no hacia ruido al caminar en el agua que le llegaba a la rodilla.

A medio rio, la figura blanquizca del hombre se emparejó con ellos:

“Buenas noches”, dijeron al unísono mi tío ‘chemali’ y ‘la quilina’.

El hombre ni siquiera volteo a verlos y menos les respondió el saludo.

‘Ve comadre’, ni siquiera toca el agua, parece que es ‘pancho’ Romero”, comentaron.

La fantasmal figura no tocaba la superficie del agua. Un escalofrío recorrió el cuerpo de los dos compadres.

‘La quilina’ hasta el varejón perdió del susto. Mi tío ‘chemali’ se detuvo. Ambos lo hicieron. El espectral fantasma llego a la orilla del rio y enfiló por el viejo camino a Mochicahui rumbo a la casa de la familia Gerwert y al club Syam, donde actualmente está instalada la Universidad Indígena de México.

Mi tío ‘chemali’ falleció años después. La quilina por gracia de Dios sigue entre nosotros y no le para a la vagancia con su silla de ruedas motorizada.

Oído por casualidad.

Los barrios más tradicionales de Mochicahui, El Fuerte son El Zapatito, donde vivieron ‘la guacha’, Reynaldo Serrato ‘patato’, ‘el kililo’ Ledezma y el ingeniero Sergio Borboa, entre otros.

Otro barrio popular es La Cochera, el barrio del Cerro de La Pila, el Infamiavit y el más tradicional, el barrio Caralarga donde yo viví los tiempos más felices de mi vida.

En el barrio Caralarga llamado así en honor a los cuates, vivieron ‘el viejo’ y ‘el gera’ Cota, mis primas ‘toti’, la chayito, la Aidee y la María Gaxiola Cota. Las Ayala, que son familia de mi abuela materna, ‘el mimito’ Quintero, mi tío Justo Sierra Ayala, mi comadre Lupita Ruiz, ‘la quilina’ Bojórquez, Marcos Trevedan y Chabela Ríos y entre las familias que sobresalían, la de Humberto Galaviz, su hermana, mi tía Gloria Morales, ‘el cuate’ Bernal y ‘la pin’ y ‘el tito’ Iriarte. 

Fue en el año 2014 cuando mi compadre Gilberto Vizcarra grabó su corrido a Mochicahui donde hablaba del pueblo de Mochicahui, fue cuando Ernesto Bernal ‘el Oso’, se inconformo y pidió que modificaran esa grabación, dijo que esa sección de Mochicahui no era parte del barrio Caralarga sino que era el barrio de La Cancha.

Dicen que, en el cielo, los que vivieron en el barrio Caralarga, todos ‘pegaron de gritos’. El corrido no fue modificado. A Ernesto Bernal unos vecinos le dijeron medio en serio y medio en broma: “Tu, los Estrada Golden, Manuelito Galaviz y los Iriarte pertenecen al barrio Caralarga”.

Desde ese año, Ernesto Bernal ‘el oso’, ya mejor ni le movió a la propuesta de inventar un nuevo barrio.


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