El baúl de los recuerdos… Jim Abbott, el pitcher más épico de la historia

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Por: Dagoberto Rodríguez

Una malformación física de nacimiento lo privó de su mano derecha, desde pequeño supo que las cosas no venían fáciles, pero una fuerza mental y espíritu de superación lo llevarían a convertirse en estrella del deporte, haciendo del beisbol su nicho para darse a conocer en todo el mundo, y sí, con una sola mano.

Esta es la historia de James Anthony Abbott, nacido en Flint, Michigan, el 19 de septiembre de 1967, con una malformación congénita que le dio un brazo derecho claramente inferior en desarrollo respecto del izquierdo.

Siempre quiso dedicarse por completo al beisbol y su malformación no sería el impedimento.

Jim comenzó a entrenar desde los 5 años con su padre por largos lapsos de tiempos utilizando con una pelota de goma y un guante haciendo las veces de pitcher, con la única finalidad de superar su discapacidad puliendo una mecánica que no limitara su actuación en un juego de beisbol, hasta que lo logró.

¿Cómo le hizo?, Abbott acuñaba un guante para diestro (de esos que se ponen en la mano izquierda) en su subdesarrollado brazo derecho, estrellaba la bola contra la pared y rápidamente se enguantaba la mano zurda para fildear. Enseguida, volvía a acuñar el guante donde mismo lo había hecho al inicio y sacaba con velocidad la pelota con su única mano útil, para quedar preparado en caso de que hubiera una acción posterior que le solicitara lanzar a una base.

Desde niño perfeccionó la mecánica para poder lanzar y fildear con su brazo izquierdo.

La mecánica trabajada desde su niñez la perfeccionó a tal manera que en su adolescencia los movimientos eran hasta de cierta forma normales, para él eran tan sencillos como para una persona común colocarse sus zapatos.

De joven fue un super atleta con facultades para el futbol americano y el baloncesto, pero siempre tuvo inclinación hacía el beisbol donde en preparatoria logró lanzar 4 juegos ‘sin hit ni carrera’.

Con la Universidad de Michigan en el beisbol colegial, Abbott le entregó a los Wolverines una temporada de 26-3 en ganados y perdidos con 3.03 de efectividad.

Con Estados Unidos acudió a los Juegos Panamericanos de Indianápolis en 1987 donde obtuvo la medalla de plata y un año más tarde acudió a los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 donde ganó la medalla de oro siendo la gran figura en el partido final trabajando las nueve entradas para derrotar 5 carreras a 3 a Japón.

La pelota del último out del ‘No hitter’ lanzado por Jim Abbott ante los Indios de Cleveland.

Abbott también obtuvo en su destacada carrera el premio Sullivan, otorgado al mejor atleta amateur de Estados Unidos. Es el premio más importante en ese país pues se entrega al mejor atleta de cualquier deporte, individual o de conjunto, algo que ni Babe Ruth pudo alcanzar.

Habiendo ganado todo en el rango colegial, vino su incursión en el beisbol profesional donde los expertos no le auguraban gran carrera debido a su discapacidad, decían que a lo máximo que aspiraba el joven Abbott era a lanzar en Doble A, pero fueron los Angelinos quienes hicieron la mejor propuesta al invitarlo a lanzar en Triple A con invitación al campo de entrenamientos en 1989 sorprendiendo a todos al quedarse en el equipo grande, naciendo ahí la leyenda de “Capitán Hook” como se le conocía entre la familia del beisbol.

El 08 de abril de 1989 debutó con los Angelinos siendo quinto en la votación para “Novato del Año” con récord de 12-12 en ganados y perdidos con 3.92 de efectividad, con 115 ponches en 181 innings lanzados.

Posterior a su temporada de presentación ligaría 4 campañas con 200 innings lanzados o más y efectividad de 2.89 o menos.

En 1991 fue tercero en la votación para el premio Cy Young de la Liga Americana con foja de 18-11, 2.89 puntos de promedio de pitcheo y 158 ponches propinados, al final el galardón fue para Roger Clemens, uno de los mejores lanzadores en la historia del ‘big show’.

El sábado 4 de septiembre de 1993 en el antiguo “Yankee Stadium”, ocurrió un hecho que convirtió a Jim Abbott, en una leyenda viva para el resto de su vida, y puede que incluso, para la eternidad, al protagonizar el juego ‘sin hit ni carrera’ más épico de toda la historia venciendo 4-0 a los Indios de Cleveland a sus 25 años de edad, curiosamente el número que portaba esa tarde en el uniforme de los llamados ‘Bombarderos del Bronx”.

Abbott subió a la loma para enfrentar a Cleveland con jugadores de la talla de Jim Thome, Manny Ramírez y Kenny Lofton, todos fueron retirado por el “Capitán Hook” uno tras otro, hasta llegar a la parte alta de la novena entrada con dos outs en la pizarra enfrentando al puertorriqueño Carlos Baerga quien terminó bateando un rodado al shortstop capturado por Randy Velarde quien lanzó a la inicial al guante de Don Mattingly para consumar una de las historias más bonitas del deporte en todas sus disciplinas.

Jim Abbott la tarde de su memorable juego ‘sin hit ni carrera’ en el viejo «Yankee Stadium».

Digno para un guion de cine, Abbott el niño que en primaria asistía con una prótesis de cristal en su brazo derecho que terminaba en gancho, acababa de lanzar un ‘no hitter’ con los gloriosos Yankees de Nueva York.

Jim Abbott terminó su carrera en 1999. Después de estar en el Bronx, pasó por los Medias Blancas de Chicago, volvió a los Angelinos y finalizó su estadía en las mayores vistiendo el uniforme de los Cerveceros de Milwaukee.

Con Milwaukee, su última temporada en las Ligas Mayores, jugaría en la Liga Nacional donde los pitchers batean y se dio tiempo de tener 21 turnos legales al bat y conectar 2 hits con 3 producciones un promedio de bateo de .095 siendo el final en la carrera de una persona ejemplar y muy especial para la humanidad.

Abbott tomando turno al bat con los Cerveceros de Milwaukee, su única incursión en la Liga Nacional.

Durante diez temporadas en el mejor beisbol del mundo ganó 87 juegos y perdió 108, pero más allá de récord, lo que verdaderamente quedará en la memoria de quienes tuvieron la dicha de verlo lanzar, es la increíble perseverancia y constancia de un hombre al que ni siquiera la naturaleza pudo alejarle de su sueño de la infancia.


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