Crónicas de un periodista… Juan S. Millán, el camino se hace al andar

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Por: Agustín Torres Sotomayor

En 1655, cuenta una leyenda que el capataz Bonifacio Rojas al encender una fogata, con la mortecina luz, descubrió una veta de plata que brillaba en aquella cueva que sería después la mina de El Tajo, a la mañana siguiente, antes de retirarse de ese sitio, dejo un rosario para ubicar el lugar de tan trascendental hallazgo. 

Así fue como se impuso al pueblo, el nombre de Real de Minas de Nuestra Señora del Rosario. Para 1567 se reactivó el potencial minero de la antigua Chametla con un nuevo real en el distrito de la alcaldía de San Sebastián y el de San José de Copala, las minas que se sumaron al de Nuestra Señora del Rosario, nombres todos impuestos por los conquistadores españoles que comandaba el capitán español don Francisco de Ibarra, quien descubrió y fundo la villa de San Juan Bautista de Carapoa, hoy reconocida como El Fuerte de Montesclaros.

Años después, en 1824, al fundarse el Estado Interno de Occidente, que estaba formado por Sonora, Sinaloa y una extensa región del estado de Arizona, al aprobarse la Constitución del Estado, el lunes 31 de octubre de 1825, se instaló el distrito de la villa de El Fuerte de Montesclaros como su capital.

Si el conquistador español Nuño de Guzmán la nombró como provincia de Chametla en el año de 1531, fueron los constituyentes del Estado Interno de Occidente, quienes declararon en 1827 a El Rosario, Sinaloa como ‘Ciudad Asilo’, por haber ofrecido asilo y protección a los Diputados Constituyentes durante el conflicto político con don Francisco Iriarte y Conde. Así lo consignan mi tío Antonio Nakayama y don Heberto Sinagawa, ambos historiadores e investigadores, sinaloenses distinguidos.

Pues bien, en esa hermosísima ‘Ciudad Asilo’ cuyo referente fue el madrileño pueblo de Torrejón de Velasco, por los intrínsecos callejones y veredas que la forman y que dan la impresión de no ir a ningún lado.

En la ‘Ciudad Asilo’ del Real de Minas de Nuestra Señora del Rosario, a orillas del rio Baluarte, un día martes 15 de junio de 1943, nació el niño Juan Sigfrido Millán Lizárraga.

En 1945 se vivía una época difícil debido al cierre definitivo de las compañías mineras lo que provocó una enorme crisis económica a mediados del siglo XX.

La peluquería era el sitio obligado para la reunión de los hombres del antiguo mineral. El pequeño Juan llegó y muy seriecito se sentó, en ese tiempo los niños no podían escuchar las pláticas de los mayores, pero el maestro peluquero le permitió continuar en el lugar, al fígaro le llamó la atención pues, aunque era solo un niño, guardaba la compostura de los adultos.

El pequeño Juan observó como un rollizo señor que no soportaba el calor ni el escozor que le provocaban sus propios cabellos recortados, se movía inquieto en la silla mientras sudaba a chorros, el pequeño Juan se levantó, tomo una revista y le empezó a echar aire, para aquel hombre eran bocanadas de aire fresco, el hombre agradecido con el espontaneo gesto, se metió la mano al bolsillo, sacó unas monedas y se las dio al acomedido chiquillo.

“Aquí voy a tener buen trabajo”, pensó aquel niño que llegaría a ser el mejor Gobernador del Estado de Sinaloa.

“¿Quién es este niño?”, preguntó el hombre.

“Es hijo de la profesora Lucía Lizárraga”, respondió el peluquero.

Siendo en ese momento el hijo único, -después llegaría al mundo Enrique, su hermano-, Juan acompañaba a su señora madre, la maestra Lucia, hasta el sierreño pueblo de La Tebaira, ambos abordaban un viejo camión que los llevaba desde El Rosario hasta Matatán, distante a 50 kilómetros, un viaje que duraba tres horas.

La profesora Lucia y el pequeño Juan dormían en un catre de jarcia en Matatán y por la madrugada, si corrían con suerte y si había bestias de carga, continuaban el viaje a lomo de mula. Cuando no había bestias, tenían que subir a pie las escarpadas veredas de la sierra, una travesía que duraba un día y medio hasta llegar a Tebaira.

La maestra Lucia no podía dejar en El Rosario al pequeño Juan porque no tenía alguien de confianza con quien dejarlo. Así como un alumno más, la madre fue educando al hijo, enseñándole no solo las letras sino también forjándole el carácter que lo llevaría a ser el célebre político que actualmente es.

Gracias a la profesora Lucia, aquel niño espigadito y delgado, aprendió a leer a los cinco años de edad. Esa etapa de la joven Lucia Lizárraga como maestra rural, que inicio en El Pozole y concluyo en Cacalotán, fue la que marcó al niño Juan S. Millán, su hijo.

Fue precisamente en Cacalotán donde la maestra Lucía recibe una trágica noticia: la muerte de don Enrique Millán Muñoz, su esposo, el matrimonio no alcanzó a cumplir los diez años de casados. 

Al enviudar, la joven maestra decide mudarse con sus dos hijos, Juan y Enrique, a la ciudad de Mexicali, Baja California. Otra etapa de angustia y pobreza. En el ejido Coahuila de Mexicali, el pequeño Juan continuó sus estudios.

En esa ciudad la situación se tornó casi intolerable. Las altísimas temperaturas del verano, la amenaza de enfermedades que acechaba a los pequeños, el agua insalubre y la inseguridad, la maestra Lucia Lizárraga renuncia a su trabajo en la Escuela Primaria Rural Federal “Profr. Salvador Jiménez Flores” y por su habilidad para las matemáticas, consiguió trabajo como cajera de un restaurante además de llevar la contabilidad del negocio, gracias a la confianza de la dueña de la pequeña empresa familiar.

Así fue como aquella joven logró sacar adelante a sus dos pequeños hijos, pero esta crónica continuará…

Juan S. Millán se forjó entre las piedras duras de La Tebaira, se forjó a base de sufrimiento. Nada le cayó del cielo, solo la extraordinaria inteligencia de la que Dios Nuestro Señor lo dotó. También le dio una madre que enseñó a sus hijos a crecer ante la adversidad. ¿En verdad creen los Vega que van a un día de campo?

La fotografía de presentación de esta crónica, fue tomada durante el evento de inicio de una importante obra, Juan Millán como gobernador de Sinaloa acompañado de los alcaldes Humberto Galaviz y Esteban Valenzuela, de El Fuerte y Ahome, respectivamente.

La segunda imagen que comparto enseguida, corresponde al licenciado Millán Lizárraga acompañado de don Ildefonso Salido, director general del periódico El Debate y su esposa Pilar Artola de Salido, en la novena edición del Torneo de Pesca Deportiva El Debate, la fotografía la tomé en las instalaciones del Club Náutico de Topolobampo.

Juan S. Millán con el empresario Ildefonso Salido.

Oración.

En menos de tres días he sufrido la pérdida de dos entrañables amigos y excompañeros de trabajo. Edna Ledezma quien fue coordinadora del grupo de Gestoras del municipio de El Fuerte quien el pasado sábado murió en el IMSS de Los Mochis por Covid-19 y que ha dejado en la orfandad a Jesús Omar, su pequeño hijo. Su sepelio provocó el luto y las lágrimas de los habitantes de Mochicahui. 

Este martes 17 de agosto, en el hospital del ISSSTE de Los Mochis, dejó de existir mi amigo Carlos Francisco Gómez Gil, ‘el pandy’. Era nieto de un distinguido fuertense, don Tito Tranquilino Gómez Torres quien fuera ‘Cronista de la Ciudad’ del Pueblo Mágico de El Fuerte. 

Carlos siempre estaba dispuesto a ayudar a sus semejantes. Fue un muchacho muy serio, brillante estudiante y creativo profesionista. En un par de ocasiones le pedí que me ayudara con mi computadora, instaló dos programas, jamás aceptó cobrarme un centavo. No éramos amigos en el sentido estricto de la palabra, pero quedé en deuda con él por el trato respetuoso que siempre me brindó durante los cuatro años que fuimos compañeros de trabajo en el Palacio Municipal de mi queridísimo El Fuerte de Montesclaros. Mi más sentido pésame a su señora madre.

Edna y ‘el pandy’, fueron funcionarios públicos muy cercanos al afecto de la alcaldesa Nubia Ramos Carbajal. Mi más sincero pésame a sus familias y a sus amigos. Plebes, los vamos a extrañar mucho.

En este momento mi dolor y mi tristeza son muy grandes, estoy en duelo por ellos y por los que se irán al paraíso de Dios Nuestro Señor en los días que están por venir.

Cuando hago oración a veces pregunto: Dios mío ¿que hicimos mal para que te lleves a nuestros seres queridos? Pero después comprendo que los designios de Dios son inescrutables.

Pido que hagamos una oración por el descanso eterno de ‘el pandy’, por el de Edna, los familiares y amigos que nos ha arrebatado la pandemia.

Recemos por ellos y por todos los enfermos que en sus hogares y en los hospitales luchan contra ese virus que nos arrebata a nuestros seres queridos y ahora amenaza la vida de nuestros hijos y nuestros nietos. Las niñas, niños y adolescentes. No hay que perder la fe.

¡Dios provee!


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