Crónicas de un periodista… “La lección de Juan S. Millán a Toledo Corro”.

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Por: Agustín Torres Sotomayor

Si me permiten hablar… el relato que hoy comparto me lo confió personalmente el licenciado Juan S. Millán, a quien agradezco no solo la confianza, sino también la invitación a comer que nos hizo a Luis Lachica y un servidor, espero saludarlo pronto en su mesa del restaurante «Mar&Sea».

No existe en la historia de la política de Sinaloa, una figura pública más representativa de un estadista, más popular y más respetada que la del ex gobernador Juan S. Millán.

Durante muchos años se comentó en el medio político que en su época como gobernador Antonio Toledo Corro había intentado en 1981, encerrar en la cárcel al Millán Lizárraga para impedir que tomara protesta como dirigente de la Federación de Trabajadores de Sinaloa (CTM). 

El líder nacional del sector obrero, don Fidel Velázquez fue quien se atravesó al gobernador Toledo Corro.

«Díganle a toño, el gobernador, que iré pronto a Sinaloa y le voy a tomar protesta al ‘compa Millán’ en el edificio de la federación, en su casa o en la cárcel si es preciso». 

Así de lapidario y contundente fue el mensaje que ‘el zorro’ del obrerismo mandó al recién nombrado gobernador.

Así fue como Juan S. Millán escribió su propia leyenda.

Fue durante el mes de marzo de 1981, Antonio Toledo Corro había acomodado ya las fichas políticas con las que iniciaba su gobierno.

Nombro a Jesús Manuel «chumel» Viedas Esquerra como dirigente estatal del PRI, «chumel» era primo hermano de nuestro amigo «Willy» Quintero de El Fuerte.

En los sectores puso a Adrián González García en la Liga de Comunidades Agrarias (CNC); en la dirigencia de las mujeres a Alicia Montaño en el ANFER pero faltaba la piedra angular, la CTM. 

Para lograr la reelección de Baldomero López Arias, Toledo Corro requería la aprobación del sempiterno líder nacional de la CTM, don Fidel Velázquez y con esa encomienda pidió a Rafael Gamboa, hijo del Gobernador de Chiapas Pascasio Gamboa, que mediara con el poderoso dirigente nacional para lograr la anhelada reelección de Baldomero.

Toledo Corro tenía la presunción que don Alfonso G. Calderón intentaba moverle las piezas del sector obrero sinaloense con la imposición de Millán y no estaba equivocado. 

En el pecado llevo la penitencia Baldomero pues se declaró acérrimo enemigo del exgobernador Calderón. Cuando Toledo Corro escuchó que el elegido por don Fidel para dirigir la FTS era el ex director de transporte, Juan S. Millán, montó en colera.

“En el edificio de la Federación, en su casa o en la cárcel, le daré posesión al

compa Millán”, sentenció don Fidel Velázquez desde Vallarta, sede donde se ubica el edificio de la central obrera más poderosa de América Latina.

Así fue como con toda la fuerza de su gobierno, Toledo Corto inicio una implacable persecución policiaca contra Juan S. Millán.

Orgullosamente Juan S. Millán, pertenecía a nuestro Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Radio y la Televisión (STIRT) y había realizado un excelente trabajo como director general de Tránsito y Transporte del gobierno calderonista.

Congruente, como ha sido toda su vida, al término de esa responsabilidad en el gobierno estatal, Millán regresó a su base, a la cabina de radio.

El retorno de Millán a la radiodifusora, no pasó inadvertido para los principales analistas políticos de la época, entre ellos: Antonio ‘toñico’ Pineda, Ramiro Guerrero, José Ángel Sánchez, Mario Montijo de la Rocha e Isaías Ojeda Rochín quienes comentan en sus respectivos medios de comunicación sobre el regreso de Millán a las cabinas radiofónicas.

Pero fue el joven periodista Francisco Arizmendi, orgullosamente fuertense quien, durante una gira de trabajo de Toledo Corro, adelantó al periodista Jorge Luis Téllez, autor de la columna «De a todas muchas» lo siguiente:

“Juan Millán va para la CTM, suéltalo y te llevarás la primicia”.

Pancho Arizmendi mantenía una buena relación con Toledo Corro y ambos compartían una acérrima animadversión contra Calderón.

Las especulaciones alrededor del joven político de El Rosario quien tenía 36 años de edad, en ese entonces, no pasan inadvertidas por el gobernador Toledo, quien de inmediato organizó toda una persecución policiaca en contra de Millán, a fin de parar en seco sus intentos de arribar a la secretaría general de la Federación de Trabajadores de Sinaloa (CTM), pero sobre todo para asestarle un golpe de nocaut a Calderón quien, intentaba convertirse en uno de los dos representantes de nuestro Estado en el Senado de la República.

Toledo Corro cita en su despacho al Procurador de Justicia, Jorge Chávez Castro, a quien pone al tanto de las cosas y ordena realizar una investigación a fondo sobre la actuación de Juan Millán como director de Tránsito y Transportes, en el periodo 1975-1980.

El gobernador Toledo remato con una indicación contundente:

“Busquen a Millán por todos lados y sin ningún tipo de contemplaciones”.

El procurador Chávez Castro, que había sido compañero de Juan Millán en el gobierno de Calderón, al fungir como presidente municipal de Culiacán (1978-1980) opone una débil resistencia a la petición de Toledo Corro y argumenta que Millán ya no estaba en la ciudad y que sería difícil dar con su paradero, antes de que se proteja en la CTM.

Toledo Corro ordenó, “usted encuéntrelo y métalo a la cárcel, búsquenlo hasta por debajo de las piedras, que en algún lado debe de estar este cabrón”.

En efecto para entonces, ya Juan S. Millán estaba en la Ciudad de México donde se ve en la necesidad de permanecer bajo encierro todo el día y mudarse de hotel cada 24 horas.

Todas las fuerzas especiales del gobierno de Sinaloa, estaban en su búsqueda, le pisan literalmente los talones, bajo la sentencia de que “una celda te espera en el penal de Aguaruto”, la cárcel de Culiacán.

Básicamente, las investigaciones se centran en el otorgamiento de nuevas concesiones de transporte público y de carga en beneficio de las organizaciones sindicales de la CTM y en algunas otras atribuciones conferidas al titular de la dependencia.

La persecución se extiende a los principales colaboradores de Millán y llegan hasta Abraham Velázquez Iribe, a quien pretenden obligar a firmar una serie de documentos en contra de su amigo Juan S. Millán, sin embargo, topan con la solidaridad, hombría y lealtad a toda prueba de Abraham, quien responde:

“Si quieren mi huella, tendrán que cortarme el dedo y si lo que quieren mi firma, tendrán que amputarme la mano. Háganlo, señores. Estoy listo”.

Con el apoyo de José Ángel Polanco, dirigente cetemista de Escuinapa y Bonifacio Toledo, dirigente sindical de la empresa empacadora de mariscos «Bony», salió de Sinaloa Juan S. Millán. Iba pertrechado entre José Ángel y el «bony» Toledo que iba junto a la ventanilla.

Llegaron en las primeras horas de la madrugada a Acaponeta, Nayarit y aprovecharon para cenar en casa del Bony Toledo, al tomar de nuevo carretera, Millán volteo a ver a Polanco cuando el velocímetro del vehículo sobrepasaba los 160 kilómetros por hora y le dijo:

«Bájale Polanco porque de la cárcel puedo salir, pero de la tumba no».

Transcurren los días, se acerca abril la fecha del relevo en la secretaría general de la Federación de Trabajadores de Sinaloa y el operativo en búsqueda de Juan Millán no aporta ninguna señal de éxito. Por ningún lado aparecía. Los únicos que sabían de su ubicación eran don Alfonso G. Calderón y don Fidel Velázquez.

La encarnizada cacería contra el ex director de Tránsito y Transportes continuó, mientras tanto don Fidel rechaza la reelección de Baldomero López Arias y mantiene su total respaldo a Juan S. Millán.

En los oídos del gobernador Toledo Corro y de su emisario Gamboa Cano aun resonaba la expresión lapidaria de Don Fidel Velázquez:

“Le voy a tomar la protesta al “compa Millán”, en el edificio de la Federación, en su casa o en la cárcel si es preciso”.

Al no haber más posibilidad, tranquilizados los ánimos, Juan S. Millán Lizárraga asumió la secretaría general de la Federación de Trabajadores de Sinaloa, un domingo de abril de 1981, en una asamblea encabezada por don Fidel Velázquez y con Antonio Toledo Corro en calidad de invitado especial. 

¿El escenario? Un parque “Revolución” al máximo de su capacidad.

Millán Lizárraga se conservó en el cargo hasta diciembre de 1998, solo un par de días antes de asumir la gubernatura de nuestro Estado de Sinaloa. 

Durante esos 17 años fue electo senador de la república en un par de ocasiones y en otra, diputado federal. También desempeñó la secretaría general del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y la presidencia del Comité Directivo Estatal aquí en Sinaloa.

A pesar de todo, el político de El Rosario mantuvo una relación relativamente tranquila con el gobernador Antonio Toledo Corro, pero en cambio una relación ríspida, tensa y tirante con Francisco Labastida Ochoa. 

La institucionalidad volvió con Renato Vega Alvarado a quien relevó en el cargo, tras un desgastante proceso interno que lo llevó a enfrentar a Lauro Díaz Castro.

A sangre y fuego, Millán dejó sucesor en la persona de Jesús Aguilar Padilla y así, a sangre y fuego, impulsó a Mario López Valdez a la gubernatura del Estado, en contra de su propio partido: el Revolucionario Institucional.

Al dejar el liderazgo estatal del sector obrero, Juan Millán impulsó a David Quintero León como su relevo y el movimiento, de nuevo desató la imaginación de los columnistas, bajo la hipótesis de que “el viejo David” cuidaría el puesto por seis años, para regresárselo una vez que concluyera su mandato como gobernador. 

Sin embargo, no fue así, Millán Lizárraga ya no regresó a la FTS-CTM, ni a cargo político alguno de manera oficial. 

En los últimos años se ha mantenido al margen de los acontecimientos políticos de la entidad. A su mesa, en el restaurant “Mar&Sea”, es visitado con frecuencia por políticos locales, estatales y nacionales, sin distingo de partidos, credos, ni ideologías.

Así fue como Juan S. Millán escribió su propia leyenda, el día que le dio una lección política al gobernador Antonio Toledo Corto.


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