Crónicas de un periodista… “La señora de los ojos infinitamente azules”

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Por: Agustín Torres Sotomayor

Si me permiten hablar… Fue el último fin de semana de agosto de 1980, para festejar mi cumpleaños me fui a Mazatlán a pasar el día en casa de mi abuela Julia Sierra Ayala. Yo tenía 20 años y mi programa ‘La hora Menuda» que trasmitía Canal 88 era un éxito en todo el noroeste de México.

Después de instalarme en la casa de la avenida Gabriel Leyva de la colonia “Adolfo López Mateos” del puerto, dije a mi tía Dolores (qepd) que si me daba permiso de comprar 4 caguamas para celebrar. Ella me dijo, «mejor tráete 6 para celebrar juntos”.

En la casa estaba mi abuela, que tenía como 15 años en una silla de ruedas producto de un derrame cerebral y mi tía Teresita quien era su fiel escudera. Mi tía cuando era niña enfermó de alferecía y por las fuertes temperaturas quedó en la discapacidad propia de una niña de 10 años. Ellas estaban en el cuarto de enmedio de la casa de tres recamaras.

Fui por la cerveza, empezamos a tomar, pero a la media hora llego mi tío Ramon Sotomayor, el sacerdote de la familia, hombre de Dios integro y muy estricto. Venia del seminario de Mazatlán del cual era director.

“Tía Lolis, ahí viene mi tío Ramon, nos va a chingar porque estamos tomando”, estábamos solos en la sala mi tía y yo.

Cuando mi tío Ramon entró a la casa, saludó muy serio y tomó asiento frente a nosotros. No nos llamó la atención porque estábamos tomando. “Increíble, ¿Sera por mi cumpleaños?”, pensé.

A los diez minutos mi tío me dijo.

“No perturbes a los espíritus, la iglesia no lo acepta”. Respondí, “tío, yo no les molesto, ellos se me presentan”.

“Déjate de eso”, me espetó, “eso es pecado, déjalos descansar”.

El había sabido por mi madre que yo podía ver, hacer profecías y comunicarme con seres que habían muerto.

Mientras él me reconvenía, del cuarto de enmedio que era el de mi abuela se asomó su silla de ruedas, detrás de ella venia empujando su silla de ruedas una señora con el cabello cano que le caía a los hombros, traía puesto un vestido beige de una sola pieza que le llegaba a las rodillas.

Las medias parecían asfixiar sus blancas piernas por lo apretadas, se detuvo en el marco de la puerta del cuarto que da a la sala, volteo a ver a mi tío Ramon, el sacerdote, luego vio a mi tía Lolis y después se me quedó mirando fijamente a mí.

Yo no sabía quién era, pero me hipnoticé con sus penetrantes ojos azules, fueron tal vez 40 segundos o mas no lo sé. La señora de los ojos azules se apenó mientras me miraba y regresó al cuarto mientras mi abuela sin la ayuda de esa señora ya no pudo continuar empujando su silla de ruedas.

Todo sucedió en segundos. Cuando recuperé la cordura por la impresión de lo que veía, le pregunté a mi tía Lolis si mi abuela tenía visitas, me respondió que no.

Entonces mi tío Ramon me dijo que si porque preguntaba eso. Ya les conté a los dos la aparición de la señora de los ojos azules, después de describirla, mi tío Ramon que sí la conoció en Chinobampo cuando era un niño afirmo, “es mama chanka”.

Mamá ‘chanka’ Ayala nació en Bamicori, El Fuerte. Sus padres fueron ganaderos.

Cuando mi bisabuelo que era de Chinobampo quedo viudo, la conoció en un baile en Tetaroba, se enamoró de ella, se la llevo a Chinobampo.

Mi bisabuela tenía 80 años de haber muerto cuando se nos presentó la noche de mi cumpleaños número 20. Mi tío Ramon lo confirmo.

Es tan grande el amor de una madre que mama ‘chanka’ vino a visitar a su hija Julia Sierra y a su nieto consentido, el sacerdote Ramon Sotomayor, pero el único que tuvo ‘el don’ de verla físicamente fui yo, que soy a mucha honra su bisnieto.

Todo sucedió cuando yo cumplí 20 años de vida y ella, mama ‘chanka’, 80 años de muerta.


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