Cuenta la historia… “¿se equivocó Felipe González Villaburo?”

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Por: Agustín Torres Sotomayor

Si me permiten hablar… en 1989 el PRI estatal llevó a cabo un proceso interno para elegir candidato a la presidencia municipal de El Fuerte. 

Tres aspirantes se registraron para participar en la contienda interna. Los tres eran excelentes cuadros de ese partido. 

Felipe González Villaburo quien era dirigente municipal del PRI, hijo del director de la Lotería Nacional, José María ‘chema’ González, y miembro del grupo político del ex alcalde Miguel Ceceña. 

Humberto Galaviz, ex Tesorero Municipal originario de Las Higueras de los Natoches quien iba por su tercer intento en busca de la alcaldía respaldado por el grupo “Mochicahui” y Modesto Bernal del Llano de los Soto, amigo del ingeniero Daniel Serrano, titular de COCOSIN y a quien señalaban como el ‘caballo negro’ del gobernador Francisco Labastida Ochoa.

Yo estaba en la Dirección de Acción Social y Cultura cuando Modesto Bernal me pidió personalmente que lo apoyara. Gente cercana a la doctora María Teresa Uriarte de Labastida se lo habían sugerido. Yo tenía una cierta cercanía con la esposa del gobernador gracias a mi puesto como director de DIF municipal y a la coordinación del programa «Teatro Campesino e Indígena» que también simultáneamente dirigía.

Tuve que ser honesto con Modesto.

“El presidente Manuel Sauceda nos ha dado la orden a los funcionarios de ser respetuosos, de no meternos en el proceso”, expresé.

Después de una campaña interna, el proceso se llevó a cabo. Había asumido la dirigencia del PRI José María ‘chema’ Flores Soto. 

Inicialmente la propuesta de la CTM para la regiduría fue para mi compadre Ciro Hernández Alejo, quien durante 12 años se mantuvo como secretario general del sindicato de la planta cementera de Hornillos, pero la empresa que dirigía el ingeniero Carlos Mendoza, ese 1989 liquidó a algunos miembros del comité directivo sindical. 

En un acto de suma honestidad que lo dibuja de cuerpo entero, mi compadre Ciro renunció a la candidatura a regidor y le pidió al licenciado Juan S. Millán que la candidatura a regidor fuera para ‘chema’ Flores, quien había quedado como Secretario General Interino de la poderosa organización sindical.

Ese 1989 el PRI había impuesto los procesos internos de elección en algunos municipios para democratizar al partido. El Fuerte fue uno de los «laboratorios». La elección interna dio como triunfador a Felipe González Villaburo.

En los cuarteles de campaña campeaba la decepción, el desencanto y la tristeza.

Yo llegué a la oficina de Modesto Bernal que estaba instalada a un lado de la casa de su hermana doña Crucita, a un costado del bar «El Capri». 

Modesto estaba siendo consolado por su esposa. Me di cuenta que había llorado al conocer la noticia de su derrota. A los minutos llego apresurado Martín Galaviz Serrano para platicar con Modesto.

“No es posible que pase esto, fue un robo la elección. Mi apa también está inconforme”, afirmó.

Entonces les dije a los dos, a Modesto Bernal y a Martín Galaviz.

“Si tienen la sospecha, o tienen pruebas de que hubo irregularidades en el proceso interno hagan lo que hicieron los priistas de Angostura, tomen las instalaciones del PRI”, sugerí.

“Dile a Humberto que se venga Martín. Los soldados rasos necesitamos generales que los guíen, no que se sientan a lamer sus heridas”.

Tal vez alguien ya les había sugerido la toma de las instalaciones del PRI. Yo lo planteé porque escuché en la radio que en la mañana habían tomado el PRI en Angostura.

Entonces Martín se fue y regresó a los diez minutos con su hermano ‘betín’ y con su padre Humberto Galaviz. Horas después decenas de priistas simpatizantes de ambos candidatos tomaron las oficinas del PRI con un plantón que se mantuvo tres días. 

Días después el gobernador Francisco Labastida Ochoa estuvo en El Fuerte para dar el banderazo de inicio de la pavimentación de la carretera El Fuerte-El Carrizo.

El calorón de agosto de 1989 no impidió que hasta ahí llegaron decenas de militantes encabezados por Humberto Galaviz para manifestar su inconformidad por las que argumentaban, había sido una desaseada elección.

Labastida Ochoa había aterrizado en helicóptero en Barotén, el trascendental evento, del cual fui conductor, se llevó a cabo frente a la cribadora, al otro lado del viejo rio Fuerte. 

Juana Ernelda Ruiz Bojórquez ‘la güerita’ y Reynita Cazarez de Mochicahui abordaron al gobernador del estado, exigían justicia, que se repitiera la elección. 

Y cuando hablan las mujeres…Dios nos guarde.

Labastida Ochoa les pidió que fueran a ver al licenciado Juan S. Millán quien era el presidente del CDE del PRI, les dijo que los iba a recibir a las 5 de la tarde en Culiacán ese mismo día.

De ahí mismo de Barotén salieron los camiones a la capital del Estado con decenas de priistas. La reunión con el licenciado Millán fue cordial y satisfactoria para Humberto. A partir de ese momento ambos sellaron una amistad que perduraría hasta el último día de vida de Galaviz Armenta.

En la elección constitucional que se llevó a cabo en noviembre de 1989, Felipe González Villaburo se alzó con el triunfo convirtiéndose en Presidente Municipal de El Fuerte. El primer día de su gobierno fue un lunes primero de enero de 1990.

Ese día amanecí sin trabajo y sin la responsabilidad oficial de ningún cargo en el Ayuntamiento de El Fuerte. Eran las 10 de la mañana cuando llegaron dos patrullas de la policía municipal a la casa de mi compadre Miguel Ángel Pacheco Quintero en Tehueco donde yo vivía.

Compadre ahí le hablan afuera, me dijo mi comadre Rosa Meza. Pensaba que me llevarían preso. Cuando salí, el comandante me indicó que tenía órdenes precisas del presidente Felipe González Villaburo de llevarme a su presencia. Yo le dije al oficial que con gusto los seguía en mi camionetita Toyota.

Cuando llegué a la oficina de Presidencia Municipal, saludé y felicité a Felipe por su toma de protesta como alcalde. 

No me dio las gracias, solo atinó a decirme. Agustín te mande llamar porque estoy viendo que no aparece por ningún lado aquella mesa de cedro de Acción Social. 

Era una mesa de cedro de tres metros de largo que habían construido hacia casi 60 años carpinteros de Chinobampo.

“Presidente, el que sabe dónde está esa mesa es usted. ¿Recuerda cuando era presidente del PRI? Usted me envió un oficio a Acción Social para que se la prestáramos al partido para un evento y ya jamás nos la regreso. El oficio lo tengo conmigo”.

Felipe solo atinó a guardar silencio. Tosió y preguntó. ¿Y esa camioneta que te llevaste de Acción Social? Te la vamos a recoger. 

“Presidente, le dije envalentonado por lo frágil de las acusaciones sin sustento. Esa camioneta es mía. La compre el año pasado en Tijuana con el título de propiedad que como ejidataria tiene mama Chalita Quintero, la camioneta está a nombre de ella, pero es mía, no es del Ayuntamiento”.

Las primeras acciones de gobierno del alcalde Felipe González Villaburo fueron de revanchismo contra su antecesor Manuel Sauceda Valenzuela y contra la CTM.

Varios de los funcionarios fuimos llevados con la fuerza pública ante el recientemente nombrado Presidente Municipal bajo la sospecha de corrupción.

Nunca supimos cuál fue el motivo del cobro de cuentas, pero esas heridas sanaron porque así es la política.

Lamentablemente antes de un año, en una circunstancia inédita, el Congreso del Estado desaforó a Felipe González Villaburo sin lograr concluir su primer año de gobierno. 

Los errores de Felipe fueron dos. En vez de haber hecho un llamado a la reconciliación y a la unidad, persiguió a los exfuncionarios del periodo de Manuel Sauceda. El otro error fue haber dispuesto los recursos etiquetados para el gasto corriente. Esa fue la versión oficial.

Pero hubo otra versión que corrió como un rumor nefasto. Que su grupo político lo había abandonado a su suerte y que se habían encargado de propiciar su caída con la ayuda de Fernando Díaz de la Vega. ¿Habrá sido así?

Nunca voy a olvidar que cuando Felipe González era presidente del Comité Municipal del PRI, había una galería de fotografías colgadas de la pared de cada uno de los expresidentes de ese instituto político, todos se veían muy bien. Hasta el profesor Mario Benítez que aparecía sonriente. Entre esos cuadros sobresalía uno que estaba volteado.

La única foto que estaba al revés era la del Tesorero Municipal Joaquín «quin» Ibarra, a quien nadie le podía ver la cara porque su foto estaba volteada, menos lo quería ver Felipe por eso lo tenía castigado, pero como dijo la nana Goya, el motivo del castigo es otra historia que pronto les contare.


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